TENÍA QUE SOBREVIVIR. CÓMO EL ACCIDENTE EN LOS ANDES INSPIRÓ MI VOCACIÓN PARA SALVAR VIDAS del Dr. Roberto Canessa y Pablo Vierci
El pasado 5 de mayo en el auditorio del Hospital Pereira Rossell presentamos TENÍA QUE SOBREVIVIR. CÓMO EL ACCIDENTE EN LOS ANDES INSPIRÓ MI VOCACIÓN PARA SALVAR VIDAS del Dr. Roberto Canessa y Pablo Vierci. Rafa Cotelo y Cecilia Bonino acompañaron a los autores.
Compartimos con ustedes la participación de Rafa Cotelo.
El 14 de abril, a las 13:24h recibo una llamada a mi celular de un número desconocido. Atiendo. Del otro lado, la voz de un hombre notoriamente atareado me dice un montón de cosas, entre cordiales e imperativas, abriendo paréntesis dentro de otros paréntesis, sin concluir ninguno. De ese monólogo sólo alcance a retener: ?Hola Rafa, soy Roberto Canessa. Quiero que vengas a la presentación del libro que publicamos con Pablo Vierci. Te mando un abrazo, muchas gracias por venir, nos vemos.?
Quedé anonadado, patitieso, sin posibilidad de reacción.
El 15 de abril, a las 11:44am estaba en el canal, al aire, y recibo el siguiente mail:
-------- Mensaje original --------
De: Pablo Vierci
Hola Rafa,
Soy Pablo Vierci, el coautor del libro sobre Roberto Canessa, con él como el otro coautor. Nos alegra mucho que te entusiasme participar en la presentación, que será el 3, 4 o 5 de mayo en el Pereira Rossell, a las 19.30 horas. No bien nos confirmen el día, te aviso.
¿Si te llevo el libro a Océano, hoy, viernes, lo recibís seguro? ¿A qué hora te conviene que te lo deje?
?????..
Me tomé 5 días para pensar, esperar el libro y finalmente responder:
El 20 abr. 2016, a las 23:11, Rafael Cotelo escribió:
Qué maravilla y qué honor!!!
Sinceramente no creo corresponder tamaña distinción. Ni siquiera me imagino de qué manera puedo ser útil.
Hoy me llegó el libro al canal. Justo me agarra en medio de varios viajes de trabajo, pero prometo devorarlo (por opción y responsabilidad) y ponerme a la orden para lo que ustedes crean conveniente.
Pero por favor no sientan ningún compromiso de participarme, el simple hecho que hayan pensado en mí ya me enorgullece profundamente.
Felicitaciones desde ya a ambos y vamo' arriba!!
Rafa
Enviado desde mi smartphone Samsung Galaxy.
????????.
Al otro día, respuesta:
Roberto Canessa (robertojcanessa@gmail.com)
21/04/2016
Para: Rafael Cotelo CC: Pablo Vierci, Morales, Virginia
Querido Rafa hace tiempo aprendí que vivir la mejor vida no se trata de mí sino en hacer que vivan mejor los que están cerca. Por como sos de honesto todo el mundo te quiere. Es una realidad, que es casi imposible de lograr, sobre todo en el Uruguay. Tú tenés una herramienta poderosa para que de una vez por todas nos demos cuenta que si no nos unimos y trabajamos todos juntos los resultados excelentes no se logran. Y qué buen lugar para empezar que es el Hospital Pereira Rossell, donde nacen tantas esperanzas, donde hay tantas ilusiones. (?) Un abrazo y muchas gracias por acompañarnos en este maravilloso desafío, Roberto.
Enviado desde mi iPhone
?????.
Me cagó, pensé.
En ese breve intercambio de correos conocí: la tenacidad de Canessa, la habilidad de Vierci para embretarme poniendo a Roberto en el medio, que no iba a poder zafar porque rápidamente me estaban comprometiendo sin que yo llegara a decir ?agua va?, que Vierci escribe desde su computadora y que Canessa tiene un Iphone. Todo eso
Entonces, me largué a la lectura. Leí en tandas del canal y de la radio. Leí en semáforos. Leí mientras mis hijas dormían. Leí en cada momento que tuve, buscando una sola respuesta: ¿por qué me habían llamado a mí?
Terminé de leerlo hace unas pocas horas (por falta de tiempo, no de interés). Y como es la primera vez que participo en la presentación de un libro, estoy aterrorizado y muerto de la vergüenza; se me ocurrió que lo mejor era darle a mi presentación un formato que me resulta mucho más familiar: la crónica futbolística.
De entrada la idea me pareció una reverenda estupidez, y créanme que me satisface observar sus caras y confirmar la coincidencia. Pero de a poco me fue convenciendo: me movía menos de mi zona de confort, estaba más habituado a su formato y vocabulario técnico, y me aseguraba que nunca más se le iba a ocurrir a nadie, invitarme a la presentación de un libro.
Entonces, escribí esta crónica:
PRIMERA PARTE, O PRIMER TIEMPO
Arranca con un gol desde el vestuario, pregunta: ?¿Cuál es la frontera entre la vida y la muerte??. Fuerte el planteo inicial. Si así arrancamos, va a ser difícil aguantar.
Rápidamente los autores nos ponen en partido, como cuando llegás 10 minutos tarde al estadio y tu compañero de asiento (es la relación más larga que entablé en mi vida, llevo 30 años frotándome las nalgas una vez por semana con ese desconocido) te dice al verte llegar: ?Ya vamos perdiendo 1 a 0, nos están pintando la cara y tenemos a los dos zagueros con amarilla, ¿querés maníses?? Con ese poder de síntesis resumen:
?El 13 de octubre de 1972 cuando choqué en el avión contra la montaña, tenía diecinueve años y estudiaba segundo año de Facultad de Medicina, jugaba al rugby y Lauri Surraco era mi novia. Lo que hice en esos setenta días fue un intensísimo curso de medicina de catástrofe, de supervivencia. (?) Vivimos el más cruel laboratorio humano, donde los cobayos éramos nosotros mismos. (?) Nunca escuché hablar de una laboratorio (?) tan siniestro.?[1]
Eso es en la página 6. Miro cuántas son? 374. Releo los mails. Un Iphone tiene Canessa, pienso.
Llego al accidente y me meto en el medio de la catarata de preguntas de Roberto, sin encontrar respuesta a ninguna:
?¿Cómo será morirse, me faltará el aire, la visión, el pensamiento? ¿Cuánto dolor podré resistir? ¿Veré mis miembros separarse del cuerpo? ¿Hasta cuándo tenemos conciencia, en el instante previo a la muerte? ¿Cuándo perderé el sentido??[2]
Recordé un texto que nos acercó la profesora de Literatura de 6º año, allá en el glorioso Liceo 11? Christian Brothers del Cerro Stella Maris. Pero no recordaba el autor ni ningún otro detalle. Sigo?
?Sentía que no podía haber en la Tierra un ser más desgraciado. Pero cuando movía los músculos y percibía que todo el engranaje de mi organismo respondía a las señales que le enviaba mi cerebro, experimentaba lo contrario: No había en la Tierra un ser más afortunado, y por eso, debía ser el más agradecido.?[3]
Y yo empiezo a percibir que la disociación volvía el relato a un plano de dramática ficción real aunque parezca un oxímoron. Y ahí me acuerdo de las mismas clases de Literatura donde me habían enseñado lo que era un oxímoron. Lo usaba mucho Heráclito. ¡¡Heráclito era el autor del texto que me quería acordar!! No, no era Heráclito. Era otro.
Entreverado entre papeles que decían que yo decía que Iyosei es un shampoo con una fórmula renovada y fantástica, un productor que me hacía gestos para que dijera que Cortifast arregla tus cortinas y otro por la cucaracha me gritaba que pidiera la tanda; me sorprendo como con total naturalidad y simpleza nos cuentan de un invento que a diferencia del shampoo y la cortina, resolvía el drama existencial de la sociedad de la nieve. Lo llamaron ?la muerte generosa?, y sí, para él fue un invento.
Con gran habilidad después de dejarnos picando tremendo manifiesto filosófico existencialista que reíte de Jean Paul Sartre, nos distrae contándonos del suéter rojo de lana pesada que le tejió Lauri, de su apodo de ?Músculo?, de su carácter ?salvaje y romántico?, de la humilde chacra de doña Elena Bielli en Las Piedras y? vino el alud.
Silencio.
Así. O algo así parecido a un alud describía la muerte el texto ese que leí en el liceo y que no puedo recordar. ¿Heródoto? No, Heródoto no era tampoco.
Y otra vez a ?abolir la resignación? (precioso concepto de Tino) porque ?el esfuerzo te torna mejor persona? (ese es de Hilario).
Y recomponer y renacer.
La expedición definitiva anuncia el final de una historia conocida? en la página 197. Ahora lo que yo no entendía eran dos cosas: ¿¿por qué me llamaron a mí?? Y, ¿qué traerán entonces las 180 páginas que faltan?
El reloj de Francisco Nicola, la piedra para Lauri, la latita de Sopas Maggi, el ?mañana certero? del arriero. Leo algo que ya sé, y sin embargo no puedo evitar conmoverme, a pesar de que acababa de decir mirando una cámara que las mejores ofertas están en Vía Confort.
Quiero conocer a Sergio Catalán, me emociono con el abrazo de don Juan Carlos con el taxista anónimo de Bs As, escucho la llamada de Raquel Nicolich a la casa de Lauri diciendo: ?feliz mortal, uno de ellos en Canessa!?[4] Y me retuerzo escuchando a esa mamá que al recibir la noticia de que su hijo desaparecido hace 70 días apareció vivo, dice ?ya llegó?.
Y hasta acá llegó la historia más o menos conocida por todos. Pero estoy en la página 197 y son 374. Me acomodo, va a empezar el segundo tiempo, después de estos breves consejos comerciales.
SEGUNDA PARTE O SEGUNDO TIEMPO
Reaparece la medicina y se entrevera con la vida después de la montaña. Roberto mezcla historias, experiencias, décadas, nombres. Pareciera que su manera de expresarse es una fiel representación de su forma de razonar.
Y en ese scrimmage, saltando de asumirse como un ?médico que también estuvo muerto?, pasando por una anécdota de un penal en la hora; así como a la pasada larga, mezclando:
?El siguiente paso que me propuse, aplicando la máxima de los Andes de que las distancias son horizontales, no verticales, fue trabajar para que el niño más pobre de Uruguay tuviera derecho a tener el mismo diagnóstico, con el mismo nivel de precisión, que el más rico del mundo. (?) Era, una vez más, sólo una cuestión de distancia. (?) En todo caso, una distancia mucho menor que caminar del Valle de las Lágrimas a Los Maitenes, que siempre fue, desde 1972, mi patrón de medida, mi sistema métrico decimal.?[5]
Perfecto. Mezcló pasado, presente, conceptos sociológicos, demográficos, ideológicos, geográficos, y matemáticos. ¿Por qué me llamó a miiiiii?
Les juro que seguía sin encontrar la respuesta. Ni a eso, ni al autor del texto del liceo 11 Christian Brother School of Maris.
Pero ahí por la página 241, empiezo a conocer a otros sobrevivientes de la montaña que no conocía, porque no aparecen en ningún otro libro sobre la tragedia, ni en ninguna película, ni en ningún documental.
Conozco a Azucena (la mamá de Ma del Rosario), que se acostumbró a vivir con el ?a punto de?. Conozco a Agustín y lo que es más lindo: conozco el abrazo entre Agustín y su hermano Juan Diego. Conozco a Marta la mamá de Tiago y hasta veo la foto del cumple de 1 cuando Roberto, otra vez le está dando luz a su hijo. Conozco a Mercedes, la mamá de Jojó que aprendió a convivir con la enfermedad de su hija y por fin, volvió a dormir.
Y ahí dejo de conocer. En medio de una tanda. Mientras una cartulina detrás de cámaras me comunicaba entre signos de exclamación que el Queso rallado Artesano viene Fino o en Hebras y que hoy al término de Subrayado quizás sepamos finalmente ?¿Qué culpa tiene Fatmagul??
Dejé de conocer y empecé a reconocer. A reconocer en esas historias, la mía.
Tengo dos hijas, una tiene 9 años y se llama Ana Clara. Lleva una vida absolutamente normal y su preocupación mayor ha sido develar el misterio que encierra el alejamiento de Camila de Rombai.
La otra tiene 5 años, se llama Ema. Sufre una hidrocefalia congénita diagnosticada a los 9 meses de vida y desde entonces no ha pasado nunca más de un año y medio sin entrar a un quirófano, a que neurocirujanos le abran la cabeza de oreja a oreja e intenten resolver un caso que según nos dicen, no tiene antecedentes.
Al igual que Isabelle (la mamá de Agustín), que Marta (la mamá de Tiago), que Laura (la mamá de Santiago y Nicolás), me reconozco en lo que dice Azucena: ?Siento que de alguna manera, la muerte pasó y ella le ganó. Le gana a la muerte. (?) Entonces lo que venga no me importa.?[6]
Para Adriana, el desenlace es distinto, pero el final es el mismo: el Gran Tomás también le ganó a la muerte.
Y ahí me caen las respuestas.
Por eso me llamaron a mí, porque Ema no tiene Samsung ni IPhone como para responderles y venir a hablar ella de cómo llegó a Los Maitenes.
Y porque iba a demorar menos que ella en llegar al final de las 374 páginas para intentar responder la pregunta con la que arranca el partido: ?¿Cuál es la frontera entre la vida y la muerte?? Lo iba a hacer, incluso antes de terminar el programa, no sin antes decirles que los mejores tortelines son los de la Epicúrea.
¡Ese era el del texto que me enseñaron en el liceo, Epicuro! Que en su carta a Meneceo le escribe: ?Así pues, el más estremecedor de los males, la muerte, no es nada para nosotros, ya que mientras nosotros somos, la muerte no está.?
Y nosotros somos y estamos, hoy, acá. Para agradecerle a Roberto, por tanta vida.
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Excelente, increíble, fantástica... una historia de vida única, no solo por todos los detalles de su peripecia por los Andes que hace que uno cree que conoce realmente a Canessa sino todo lo que ha hecho a lo largo de su vida... una persona que me resultó avasallante al conocer pero que me permitió disfrutar de mi sobrino los meses que estuvo con nosotros, ayudó a mis cuñados a vivir con esta dificilísima situación, él pudo darle el soporte que nosotros no sabíamos cómo darles, él les enseñó a disfrutar de la paternidad, a ser felices y nunca dejarlo ir? leyendo cada página cada vez me convenzo de que Canessa es un ángel terrenal, ha ayudado a tantas familias, ha dado tanto amor incondicionalmente a cada uno de sus pacientes y a todos aquellos que estamos detrás de ellos? Totalmente recomendable, además sus recaudaciones van para ayudar a la fundación Corazoncitos!!!!